miércoles, 26 de enero de 2011

Las bicicletas no son solo para el verano

            El domingo pasado, mi amigo Gabi y un servidor decidimos salir con nuestras MTB a dar una vuelta por los alrededores del pueblo.
            Con puntualidad británica, nos citamos a las nueve de la mañana en un punto intermedio entre nuestros domicilios, “ni pa ti, ni pa mi”, vaya.
            Temperatura ambiente: en torno a los dos grados bajo cero, es decir, rasca, mucha rasca.
            Equipados como para una guerra y absolutamente irreconocibles, emprendemos la marcha despacio, tanteando, mirándonos uno al otro y pensando: ¡joder, qué frío  vamos a pasar”.
            Llegamos a las primeras cuestas y las recibimos con alegría, cosa rara. Nos decimos  que por lo menos entraremos en calor.
            El caso es que tan abrigados como íbamos el frío tampoco se notaba tanto, excepto en las manos, por lo menos en mi caso. Estrenaba unos guantes que a priori son para tiempo frío. Pues nada, a los veinte minutos  ya no sentía la punta de los dedos. Menos mal que mi amigo Gabi, siempre tan previsor, disponía de guantes extra que amablemente me prestó.
            Bueno, la cosa cambia. Por lo menos ya siento los dedos. Ahora le toca el turno a los pies. Empezábamos a dejar de sentir los dedos y no había calcetines extra. Nos paramos, saltamos durante un rato sobre las puntas de los dedos y parece que reaccionan. Emprendemos de nuevo la marcha.
            De repente empezamos a escuchar disparos y vemos a unos cuantos tíos vestidos de Rambo con escopeta al hombro. Temporada de conejos, temporada de patos, temporada de conejos, temporada de patos. Es igual, el caso es que es una alegría que te jiñas escuchar disparos de perdigón a escasos metros de nuestras bicis.
            Llegamos a un pequeño arroyo que atraviesa nuestro camino y nos damos el primer sustito. Todo está helado, y resbala que flipas. Gabi tiene un amago de caída, librándose por los pelos. Seguimos camino adelante y volvemos a cruzar el mismo arroyo, esta vez estamos avisados.
            El camino atraviesa una carretera y empieza a ascender ya prácticamente durante todo el trayecto de regreso a casa.
            Ahora nos encontramos sobre unos cerros muy expuestos y sopla un vientecillo norte que medio congela el agua de las botellas y todas nuestras extremidades, absolutamente todas.
            Nos acercamos al final del recorrido. Ya solo nos queda un pequeño descenso y unos pocos kilómetros llanos hasta casa.
            A las diez y media , cuando el resto de la vecindad (mucho más sensatos que nosotros) empiezan a dar señales de vida y a sacar la cabeza de entre las sábanas, nosotros estamos de regreso de la excursión, satisfechos y contentos por haber “sobrevivido” a la aventura.
            Probablemente este fin de semana hará el mismo frío que el pasado y después de esta experiencia hemos llegado a una clara conclusión:
            El próximo domingo volveremos a salir con nuestras MTB.

lunes, 24 de enero de 2011

Aventuras entre libros

          
            Desde mi más tierna infancia y os puedo asegurar que desde entonces ya ha llovido lo suyo, soy un empedernido lector de libros de aventuras.

            Comencé en una pequeña aldea de la Galia, tomando pócimas secretas y liándome a hostias, a la menor provocación, con los romanos del campamento de al lado.

            Más tarde perseguí por medio mundo a un periodista con cara de niño y pinta un poco rara, siempre acompañados por un perro canijo y un capitán borrachín y malhablado.
           
            Ya un poco más mayor me vi inmerso en una serie de casos misteriosos junto a tres investigadores adolescentes como yo, aspirantes a detectives.

            Durante esos años disfruté  de un buen número de aventuras a lo largo y ancho del globo, incluso me embarqué en la nave capitana  de Cristóbal Colón navegando hacia no se sabe muy bien donde.

            Sin moverme de casa me encontré en la disyuntiva de elegir a qué lado de la raya dibujada sobre la arena con una espada herrumbrosa por aquel viejo porquerizo en las playas de la isla del Gallo, me colocaría, mientras escuchaba como arengaba a su mermada tropa con aquello de: “ Por este lado se va a Panamá, a ser pobres, por este otro al Perú, a ser ricos; escoja el que fuere buen castellano lo que más bien le estuviere “ o lo que es lo mismo: “El que tenga cojones que me siga hacia el Perú y las nenazas que regresen a Panamá “.
Más o menos.

            En cierta ocasión, era noche oscura, al entrar en el pasadizo de San Ginés sorprendí al mismísimo capitán Alatriste. Andaba metido en faena. Con su espada en la diestra, la daga vizcaína en la siniestra y el chapeo calado hasta las cejas asestaba mandobles, entre juramentos cuarteleros, a su rival: aquel italiano vestido de luto al que llamaban Malatesta. Ambos se miraban como si les fuera la vida en ello, y en realidad de eso se trataba.

            En época veraniega he navegado por los siete mares a bordo de los barcos color turquesa de la NUMA, participando en misiones y aventuras bajo el mar con los entrañables Dirk Pitt y Al Giordino.

            De la mano de los caballeros del desierto, los míticos Tuareg, he cabalgado sobre sus famosos meharis por las interminables dunas del desierto, bebiendo nada más que un pequeño sorbo de agua  y comiendo un puñado de dátiles , y deseando llegar al oasis más cercano para poder descansar durante unas horas, antes de volver a cabalgar de nuevo.

            Todo esto se puede vivir  simplemente asomándote a los libros.


           

viernes, 21 de enero de 2011

Tradiciones montañeras

           Como  hacemos   cada  año  y  ya  van  unos  cuantos,  el día  31 de Diciembre nos juntamos un grupo de amigos aficionados a la montaña para subir el pico más alto y emblemático de la Comunidad de Madrid: Peñalara.
            Es una forma atractiva de finalizar el año aunque, también hay que decirlo, tiene que gustarte y hay que tener un cierto espíritu de sacrificio, ¿por qué?, pues porque para pegarte un madrugón importante para salir de casa antes de las siete de la mañana para poder llegar al aparcamiento de Cotos no mucho más tarde de las ocho, ya tiene que gustarte la montaña.
            Porque son días en los que mucha gente está de vacaciones e igual el día anterior se han acostado a las mil y en un estado lamentable.
            Porque hace una rasca de no te menees.
            Porque en circunstancias normales, esa noche te vas a pegar un buen atracón, uvas de la suerte incluidas y el que más y el que menos va a salir de juerga hasta las mil  y vas a estar para el arrastre.
            Porque subir Peñalara en condiciones adversas, que son las condiciones más habituales en esta época del año requiere, además de un buen equipo con material de seguridad incluido, que estés mínimamente mentalizado.
            Porque para algunos como yo, que ya va teniendo sus añitos además del pelo blanco, cada año nos cuesta más subir por esos corredores llenos de hielo y nieve, que cada vez  vemos más verticales y peligrosos, eso si tenemos la suerte de subir en día despejado y poder ver algo.
            Porque cuando te crees que ya has pasado lo peor y llegas al camino que te conduce directo hasta la cima, te encuentras con una ventisca que te congela el careto en cuestión de minutos.
            Pero a pesar de todo acabas llegando a la cima.
            Y te abrazas a tus amigos y piensas que un año más has logrado este pequeño objetivo que en cierto modo te anuncia buenos augurios para el nuevo año que en pocas horas estrenaremos.  
            Te subes al tubo de hormigón del vértice geodésico y sacas las fotos de rigor que inmortalizan el momento.
            Te resguardas detrás de alguna formación rocosa para evitar el gélido viento del norte y compartes el chocolate, el bocata de chorizo, las nueces, las pasas o lo que sea. Descorchas la botella de champán o de sidra o ambas, que alguno de nosotros ha cargado hasta la cima. 
            Y brindamos por el nuevo año. Y por las montañas. Y por seguir subiendo cada 31 de Diciembre mientras que el cuerpo aguante.
            Después nos volvemos a colocar las mochilas y emprendemos el descenso contentos por haber cumplido nuestro propósito y pensando en lo que se han perdido el resto de amigos que no fueron capaces de sacrificarse.


jueves, 20 de enero de 2011

Nacimiento de mi blog

Desde hace tiempo ando con ganas de crear un blog. Bueno, pues por fin me he decidido.  La verdad es que pensaba que sería más complicado pero después de indagar por Internet en distintas páginas sobre el tema ya tengo claro algunos conceptos, que no todos por supuesto, pero para lo que pretendo ya voy más que sobrado. Lo que aún no tengo muy claro es el diseño definitivo del blog, pero ya lo iré viendo sobre la marcha.

            De momento lo considero como un experimento, probaré durante algún tiempo y si veo que el tema me entretiene y encuentro a alguien con la suficiente paciencia como para leer los artículos, pues estupendo.

            ¿Por qué lo he titulado Aventuras de andar por casa?

            ¿A quien no le gusta disfrutar de un día de montaña, en invierno, a 18 o 20 grados bajo cero, con niebla, ventisca y nieve por un tubo, tirando de mapa, brújula o gps porque no tienes ni puta idea de dónde estás a pesar de haber hecho esa ruta mogollón de veces? Y a tan solo una hora de coche de casa. ¿Es aventura o no?

            O cuando se te ha hecho de noche, y te encuentras arreglando un pinchazo de la bici (casi siempre la puñetera rueda de atrás), en un senderillo en mitad del monte sin linterna, sin móvil y a unos cuantos kilómetros de la carretera más cercana. ¿Es aventura o no?

            O metido en tu saco de dormir vivaqueando en plena sierra de Gredos cuando de pronto estalla una tormenta y empieza a jarrear agua y lo único que tienes para cubrirte es la capucha del anorak. ¿Es aventura o no?

            O hacerte una travesía en kayak en un pantano en plena noche con oscuridad absoluta, escuchando de vez en cuando el chapoteo de algo cerca de tu embarcación y el sonido de algún bicho removiendo los arbustos en la cercana orilla. ¿Es aventura o no?

            Para mucha gente esto es de lo más cotidiano en su vida, ahí tenéis a Jesús Calleja, Pasabán, Oiarzabal, etc, que viven de esto; pero para los pobres mortales como yo, todo lo que se salga de la rutina diaria del trabajo, la familia etc, constituye una vía de escape y una pequeña aventura asequible para nuestra preparación física de risa y tan solo a unos pocos kilómetros de casa.

En resumen que este blog está dirigido principalmente a los que no disponen de mucho tiempo ni tienen una gran preparación física pero que no renuncian a emular a los grandes aventureros.