lunes, 24 de septiembre de 2012

VIVAC EN LA MONTAÑA (II)

            … Por fin consigo poner en pie a la tropa. Recogemos cuidadosamente los envoltorios de nuestro refrigerio y los guardamos en la mochila para tirarlos a la basura cuando sea oportuno. Ahora tenemos que buscar el camino por el que hemos subido.  Comenzamos a bajar y tras unos metros de descenso la pared se vuelve demasiado vertical haciendo peligroso el descenso. Volvemos a subir y observamos más atentamente la roca para ver por dónde habíamos subido. Tras unos cuantos sube y bajas encontramos el sitio correcto y en un santiamén nos plantamos en la base del pico.
            Nos colocamos correctamente los macutos y seguimos hacia el siguiente pico, que no pensamos subir, sino bordearlo por la parte derecha (la izquierda da al precipicio). Antes nos detenemos en la “Ventana del Diablo”, un hueco formado entre los bloques de piedra, que hace las delicias de la concurrencia. Nos asomamos a esta “ventana”  por un lado y por el otro, haciendo fotos desde ambos lados.
            Cuando nos cansamos de corretear por los alrededores del sexto pico,  seguimos rumbo hacia el camino Schmid, siempre bajando. Al principio se aprecia claramente una pequeña senda, pero al rato ésta desaparece y tenemos que guiarnos por los hitos que vamos encontrando. Durante un buen rato de descenso desaparecen hasta los hitos y mis compañeros de aventuras me miran sospechando si realmente se donde nos estamos metiendo. Les increpo la poca fe que tienen en su guía y les tranquilizo haciéndoles saber que a pesar de no caminar por una senda como Dios manda, estamos siguiendo la dirección correcta, es decir, hacia abajo. No tiene pérdida, antes o después tenemos que cruzarnos con el camino Schmid, como finalmente ocurre.
No mucho más tarde, y con un  contundente “tachaaaaán” muestro orgulloso el famoso camino a mis incrédulos y desconfiados compañeros.
Giramos a la derecha y nos dirigimos por esta antigua y concurrida vía hasta el puerto de Navacerrada, al que llegamos alrededor de las dos de la tarde con hambre de lobos y algo cansados.
Nos acomodamos en el coche y partimos hacia el puerto de Cotos, donde daremos buena cuenta de los gigantescos bocadillos de Venta Marcelino.
A la sombra de un enorme árbol, en la terraza de este mítico establecimiento, saciamos nuestro hambre con una buena ración de proteína y lácteos, es decir, unos buenos bocatas de lomo con queso.
Después de los postres y el café (postre para Javi y Andrés y cafelito para Gustavo y un servidor) nos entró un soporcillo que nos obliga a buscar una buena sombra en los prados que rodean la Venta.
Pasamos un ratito de retiro espiritual bajo unos pinos, mientras decidimos dónde pasar las horas de más calor antes de iniciar el ascenso hacia la zona de Zabala. Finalmente nos decantamos por coger el coche y acercarnos al cercano pueblo de Rascafría, con parada en las presillas.
En la zona de Las Presillas nos encontramos con bastante gente. Aparcamos el coche junto a un puente de madera, que cruzamos para dirigirnos  hacia una de las pozas. Gustavo es el único que se atreve o al que le apetece meterse en la poza, aunque lo único que hace es remojarse los pies y salpicarse agua en la cara.  Le dejamos disfrutar un poco más y luego volvemos al coche, esta vez en dirección a Rascafría.
Llegamos a Rascafría y damos una vuelta, sin bajarnos del coche, por este bonito pueblo serrano. Javi y Andrés compran una baraja de cartas para entretener las horas de vivac.  Volvemos a Cotos.
Subimos por la misma carretera que nos ha traído a Rascafría. La charla y la música nos entretienen y sin darnos cuenta estamos otra vez en el aparcamiento del puerto de Cotos. Descargamos las mochilas, y el equipo de pernocta. Nos repartimos el material y la comida entre Gustavo, Andrés y yo. A Javier junior le dejamos una mochila de Andrés con el mínimo peso posible.
En vez de tomar el camino de la laguna, subimos por el camino del bosque, a la izquierda de Venta Marcelino. Los primeros metros están pavimentados con madera y enseguida nos adentramos entre la espesura de los pinos. Me encanta este camino, a diferencia del camino de la laguna, apenas es transitado. Cruzamos varios arroyos con muy poco caudal de agua y seguimos subiendo. Paramos de vez en cuando para hacer alguna foto y para que Javi no se canse demasiado. En una de las paradas vemos un zorro, que  nos observa sin huir. Cuando nos acercamos para hacerle una foto se aleja despacio, sin miedo. Es una maravilla poder contemplar a este tipo de animales en plena naturaleza.
Seguimos avanzando y llegamos a la zona de la antigua pista de esquí, ahora, afortunadamente, desmantelada y repoblada de pinos autóctonos. Desde la última vez que pasé por aquí los árboles han crecido mucho. En pocos años  ya no habrá huellas de la pista. Con un poco más de esfuerzo llegamos a las zetas, el camino que conduce hasta la cumbre de Peñalara, justo en el cruce con el camino de Zabala…

martes, 18 de septiembre de 2012

VIVAC EN LA MONTAÑA (I)

             Aprovechando unos días muy calurosos del pasado mes de agosto, le propuse a mi hijo Javier hacer la excursión montañera que tantas ganas teníamos los dos de realizar. El plan incluía pernocta. La ley prohíbe acampar con tienda de campaña en toda la sierra madrileña, así que debíamos dormir “al aire”, mucho más divertido y aventurero.
            Comentamos la idea a nuestro vecino Andrés y a nuestro querido primo Gustavo, que se animaron a acompañarnos en nuestra pequeña aventura.
            En los días anteriores a la salida, revisé el material disponible. Teníamos sacos suficientes para todos, pero nos faltaba alguna colchoneta, así como alguna linterna frontal. Decidí acercarme a mi tienda de deportes habitual y completé nuestro material.
            Como siempre y desde que era un chavalín y empecé con esto de la montaña, disfruté enormemente con la preparación de la mochila y planificación de las rutas. Además, estaba vez me acompañaban compañeros nuevos, que también es una aliciente, sobre todo porque iba a compartir vivac por primera vez con uno de mis hijos. Disfrutar de mis aficiones junto a mis hijos es una de las cosas que más me ilusionan.
            No madrugamos demasiado, los nuevos aventureros lo agradecieron. El día es muy largo y no teníamos necesidad de comenzarlo demasiado temprano. Cargamos las mochilas en el maletero del coche y emprendimos el camino hacia mis queridas montañas.
            El camino hasta el puerto de Navacerrada se hizo corto. Aparcamos el coche en la explanada del parking junto a otros vehículos. A pesar de ser un miércoles había un buen número de vehículos. Para hacer la ruta que tenía prevista, ascensión a Siete Picos, no era necesario llevar apenas material. Cargamos con algo de comida y agua, gorras y gafas de sol. Emprendimos la marcha subiendo, así, de aperitivo, el cuestón de la pista de esquí del Telégrafo. Como estamos frescos y no llevamos peso la subimos en pocos minutos. Llegamos a la parte superior de la pista. Hemos ganado una buena altura y las vistas son espectaculares, aunque al mirar hacia el alto de Guarramillas o Bola del Mundo, entristece un poco la contemplación de las cicatrices que las pistas y los remontes han dejado en su ladera.
            Seguimos la marcha ahora por camino llano. En pocos minutos divisamos la imagen de la virgen de las Nieves, en el alto del telégrafo. En esta ocasión no ascendemos este pico, no es cuestión de cansar a los novatos, ya habrá otra ocasión. Llegamos a la explanada de La Ventolera, en la línea de árboles del bosque que, en continua ascensión, nos llevará hasta la base del séptimo pico, bastantes metros más arriba. Haciendo honor a su nombre, empieza a soplar el viento en la zona, lo agradecemos porque ya empieza a apretar el sol. Aprovechamos para hacer una parada para comer y beber.
            Tras unos minutos de descanso nos ponemos de nuevo en marcha. Ahora toca esforzarse. El camino es cuesta arriba y va serpenteando por la ladera de la montaña. En ocasiones desaparece y hay que guiarse por los hitos que de vez en cuando vamos encontrando. Javi comienza a cansarse y hacemos paradas de pocos minutos para que descanse y que aprovechamos para hidratarnos con un buen trago de agua.
            Por fin llegamos al final de la cuesta y divisamos  a pocos metros de donde nos encontramos el cúmulo de rocas que conforman el séptimo pico, objetivo de nuestra excursión mañanera. Ahora Javi y el resto del grupo caminamos más ligeros hacia esa cumbre. Descargamos las mochilas en la base del pico y buscamos el sitio más sencillo para ascender a su cima. Esto si que le gusta a Javi, que en cuanto inicio la ascensión me sigue sin pensárselo dos veces. Después le sigue Andrés y Gustavo cierra el grupo subiendo en último lugar. La verdad es que esta es la parte más divertida de la ascensión. Es una escalada sencillita y a los miembros más jóvenes del grupo, es decir a Javi y a Andrés les encanta y veo que disfrutan con la ascensión.
            Ya estamos arriba. La vista es impresionante.  Nos hacemos unas cuantas fotos y mandamos unos cuantos whatsap a la familia para dar señales de vida y también un poco de envidia.
            Aquí arriba sopla muy fuerte el viento y tomamos las debidas precauciones para no despeñarnos en un descuido.
            Sacamos unas galletas y unos zumos para reponer fuerzas. Tenemos que bajar para reanudar la marcha pero se está tan a gusto y las vistas son tan relajantes que nos cuesta reanudar la marcha…