El sábado pasado por la mañana inicié, por fin, mi temporada de kayak.
Me levanté temprano, a las 7:45. Tras el oportuno aseo y desayuno, me visto y preparo el kayak para cargarlo en el coche. A las 8:30 ya estaba en carretera, en dirección al pantano que hay cerca de casa y uno de los lugares donde suelo realizar mis actividades acuáticas.
A las nueve de la mañana ya tenía el kayak en el agua. La zona donde embarco es una cómoda rampa, donde se entra y sale del agua con mucha facilidad y además está cerca del lugar donde aparco el coche, pero también es una zona donde las aguas arrastran toda la porquería que arrojan al pantano los “domingueros”. El sábado encontré litronas, vasos y botellas de plástico, zapatillas, flotadores, bolsas… un basurero vaya.
Y si no es en el pantano es en el río o si no en cualquiera de los caminos que recorro con la bici. Me pongo malo cada vez que veo restos de botellones tirados por ahí. ¿Pero tanto cuesta recoger la basura y tirarla en algún contenedor o papelera? Si no les importa cargar con la bebida hasta el campo, que se lleven la basura igualmente. En mitad del campo no va a ir nadie a limpiar la basura y va a permanecer allí para los restos.
A mi también me gustaba beberme unas litronas con los amigos, pero coño, al menos recogíamos la botella, aunque sólo fuera para que el bodeguero de turno nos diera algo de pasta por el “casco”.
Afortunadamente todavía quedan lugares, que por su dificultad de acceso, siguen más o menos libres de porquería, porque esta gentuza suele ser bastante vaga por naturaleza y poco dada al esfuerzo, así que de momento estos lugares se ven libres de chusma y sus estragos.
En fin, que el campo no es de todos, no es lugar para que los imbéciles puedan hacer el gilipollas y campar a sus anchas. Para eso mejor que se queden en su puta casa y se rodeen allí de mierda, que es dónde mejor se desenvuelven y más a gusto están y que dejen el campo tranquilo, que no es apto para este tipo de animales.
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