jueves, 11 de octubre de 2012

VIVAC EN LA MONTAÑA ( y IV)

... Ahora, perfectamente espabilados tras el remojón, seguimos por el camino hacia el puerto de Cotos. Un poco antes de llegar a nuestro destino, nos detenemos en el mirador de la Gitana, para echar un vistazo a la rueda de hierro que indica la posición de las cumbres que conforman “La Cuerda Larga”. Los árboles que hay delante del mirador, están tan crecidos que apenas dejan ver alguna de las cumbres.
Nos despedimos del mirador y en unos pocos minutos descargamos los macutos en el maletero del coche. Sin peso y con ropa limpia nos acercamos a la Venta Marcelino y nos metemos al cuerpo unos cafetitos y unos colocaos. Mandamos unos whatsup y alguna foto a la familia para dar señales de vida.
Tras el pequeño refrigerio mañanero emprendemos de nuevo la marcha, por la carretera de la estación de esquí de Valdesquí. Nos acercamos hasta la estación para que la vean mis compañeros. En estas fechas está abandonada, toda la explanada del aparcamiento se encuentra absolutamente vacía, nada que ver con los meses de invierno, donde resulta difícil encontrar un hueco. Damos la vuelta y emprendemos otra vez el camino hacia Cotos, pero nos detenemos  a la entrada del camino que conduce al refugio del Pingarrón. Bajamos del coche y nos adentramos en el camino, dejamos un bosquecillo de confieras a nuestra izquierda, planeando para una próxima salida un vivac con hamacas colgadas en esos pinos. Llegamos enseguida al refugio, le echamos un vistazo y seguimos por el camino que ahora inicia una bajada hasta el arroyo de las Guarramillas.
Llegamos al arroyo, cruzamos un puentecito de madera y en la orilla sur nos dejamos caer sobre la sombreada y mullida hierba. Mientras contemplamos las frías y cristalinas aguas nacidas pocos kilómetros más arriba, decidimos ir a comer a Las Dehesas, en Cercedilla, uno de los primeros lugares donde acampé hace mil años, junto a mis amigos del barrio, cuando aún se podía montar una tienda de campaña y hacer una hoguera en la sierra madrileña, ¡que recuerdos!
Ahora subimos por otro camino distinto al que hemos utilizado para bajar, pero que nos conduce igualmente a la carretera. Montamos en el coche y nos dirigimos a Cercedilla. Antes de llegar al puerto de Navacerrada, mis compañeros  ya están prácticamente dormidos, sobre todo Javi. Llegamos a Cercedilla. La población está muy animada a esa hora, la del vermú. Las terrazas de los bares están abarrotadas de gente. Atravesamos la población y cogemos la carretera del hospital de la Fuenfría y llegamos a Las Dehesas. ¡Cómo ha cambiado esta zona! Ahora está todo lleno de mesas y sillas para que los madrileños o quien sea, disfruten en verano del frescor reinante en este bello paraje. Aparcamos el coche y nos plantamos en la zona más solitaria que encontramos. Javi está completamente dormido y me cuesta despertarle. Finalmente lo consigo. Nos sentamos todos en unos bancos de piedra bajo la sombra de los  pinos y  damos buena cuenta de los restos de comida que queda en nuestros macutos.
Terminamos, recogemos todo y de nuevo montamos en el coche, esta vez rumbo a casa.
Ha sido una buena experiencia, todos hemos disfrutado de la maravillosa montaña. Ahora, a esperar el invierno y la nieve, que hace aún más atractiva la montaña.









           

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